Van llegando los primeros estudios internacionales que valoran el impacto de la pandemia a nivel educativo y mundial. Los datos son tremendos: de 1.500 millones de estudiantes, sobre 561 asisten presencialmente a las aulas, el resto aún no pueden. En España cerraron a mediados de marzo los28.500 centros educativos y más de 8 millones de alumnos y alumnas tuvieron que recibir educación online -quien pudo-. En nuestro país, en el que se van batiendo récords de contagios, se estima que se ha perdido una cantidad de aprendizaje equivalente a 6 puntos PISA, que coincide con la diferencia entre España y la media de la OCDE. La pérdida de aprendizaje es significativa,pero sobre todo se ha ampliado la brecha entre el alumnado de familias acomodadas y los/as de entornos desfavorecidos, razón por la cual se habla de la brecha digital y de la brecha social.

Aprendamos la lección: ningún ordenador, pantalla o dispositivo puede sustituir la labor del profesorado en la enseñanza. Y mientras dure la pandemia, la alternativa digital se debe restringir a periodos de cuarentena, confinamiento o causas exclusivamente de necesidad sanitaria. No se puede proponer una educación semipresencial que consiste en ir unos días sí y otros no por no tener espacios o por no querer aumentar la plantilla del profesorado. Esta alternativa es el fracaso de la gestión de los responsables políticos.

Atendiendo a estudios clásicos, ya muy antiguos, como el análisis de la epidemia de polio en 1916en Nueva York, que dispararon el abandono escolar, se prevén activar programas para compensar estas deficiencias en el alumnado más rezagado, como el “No child left behind” de EEUU (como se ve, el “no dejar a nadie atrás” es recurrente y no solo lo usa Pedro Sánchez). En general son tutorías de refuerzo y apoyo, con grupos reducidos en el mismo centro y horario extraescolar, idea que ya se ha puesto en marcha en Reino Unido y Holanda.

La ministra Celaá habló de reimplantar el PROA (Programas de Refuerzo, Orientación y Apoyo),ahora llamado “PROA plus”, con un presupuesto de 40 millones de euros, muy por debajo de los1.100 que Reino Unido va a gastar en un programa similar. En Castilla-La Mancha, este programa está por llegar, a 15 de septiembre no se ha informado ni negociado con los representantes del profesorado. Se esperan sobre 900 cupos nuevos que deberán hacer frente a las dificultades de aprendizaje del alumnado que han aumentado por el confinamiento.

Al final, siempre que se habla de Educación, sale a la palestra la infrafinanciación de nuestro sistema. Es imprescindible un extraordinario esfuerzo en inversión en Educación que permitirá en un primer momento, como mínimo, recuperar los niveles de inversión perdidos con la anterior crisis-0,8 puntos porcentuales del PIB- para poder abordar los efectos de la pandemia actual y el futuro con los recursos materiales y humanos suficientes que permita garantizar una Educación en igualdad de oportunidades y, particularmente, un acceso a todo el alumnado en riesgo de exclusión social o desfavorecido. Dichos recursos deben permitir combatir las diferencias socioeconómicas y la brecha digital, y deben facilitar la progresión en el aprendizaje de todo el alumnado, tanto en la educación presencial como a distancia, que será necesario combinar. Lo que es intolerable es que este argumento sea reconocido y compartido por los mismos responsables políticos que realizan los presupuestos tanto del estado como de las comunidades autónomas (recordemos que en Castilla-La Mancha no llegamos a la media mundial del 4,2% del PIBpm).

Fuente de los datos: “Education at a Glance 2020. OECD Indicators”. Accesible enhttps://www.oecd.org/education/education-at-a-glance/