En esta época en la que nos ha tocado vivir tenemos la falsa sensación de ser más sabias/os que nunca solo por la cantidad de adelantos tecnológicos con los que contamos. Pero se nos olvida que, a pesar de la sobreinformación, no siempre asimilamos lo que nos llega, por lo que el conocimiento no se adquiere, no se asienta. Y esto es precisamente lo que ocurre cuando, a pesar de encontrarnos en esta era llamada “del conocimiento”, desconocemos y, por tanto, nos parecen ajenos los problemas que otras personas afrontan.

Es por ello que celebramos efemérides, porque necesitamos ser conscientes, recordar, reivindicar. Un 15 de octubre más, recordamos datos que nos siguen poniendo en nuestro sitio, con los pies en la tierra, de donde más sabiduría se puede obtener, como ellas, las mujeres que la trabajan o viven en su entorno, las mujeres rurales. En este terreno, seguimos hablando dde brecha salarial, de la mujer como cuidadora por excelencia del hogar y las familias, de la mujer como representante del 40% de la     fuerza laboral agrícola en los países desarrollados pero también como blanco de la discriminación cuando se habla de propiedad, de participación en la toma de decisiones o de acceso a recursos que la ayuden a prosperar. Sí, de todo esto se habla bastante, cada  vez más afortunadamente, porque solo llegamos a ser conscientes de  un problema si lo ponemos sobre el tapete. Pero ¿qué ocurre con otro tipo de situaciones habituales injustamente normalizadas? Poco se habla de la frecuencia con que en estos medios contraen matrimonio niñas menores de 18 años encontrando con ello mayores barreras para la educación y el empleo, mayor riesgo de sufrir violencia de género, embarazos tempranos, etc.

Hay que seguir informando, luchando por y junto a ellas por esos derechos que les corresponden y en muchos casos no disfrutan y, por su puesto, hay que seguir reivindicando el reconocimiento que merecen, que no es poco.

A Ellas, ¡gracias!

HACEMOS LO QUE DECIMOS, DECIMOS LO QUE HACEMOS