A comienzos de la década de 1980, un grupo de feministas se unieron para protestar por el incremento en gastos militares y armamento nuclear.
Desde entonces, el 24 de mayo se el Día Internacional de las Mujeres por la Paz y el Desarme es un importante recordatorio para el movimiento feminista de la necesidad de trabajar por la pacificación mundial. También es un buen día para recordar algunas de las razones por las que el movimiento feminista sigue apoyando el desarme y la desmilitarización a nivel mundial:
1. Es necesario romper la perniciosa relación entre militarismo y violencia de género. Tanto en las zonas en guerra o como en los territorios con presencia de tropas supuestamente pacificadoras se perpetúa el horrendo ciclo de la violencia de género: mujeres, niñas y personas LGBTQ+ sufren violencia sexual en mayor grado que el resto de la población a manos de las fuerzas militares. Al mismo tiempo, el fácil acceso a las armas por parte de la población civil facilita y normaliza la violencia ejercida contra las mujeres. Al integrar el desarme y la desmilitarización como elemento fundamental del movimiento feminista, contribuimos a debilitar las estructuras patriarcales que vertebran todas las organizaciones militares y empoderamos a quienes tradicionalmente son víctimas dentro del modelo patriarco-militar.
2. Los fondos y recursos vitales que deberían ser destinados a servicios tales como salud, educación en igualdad y programas de reducción de pobreza y exclusión son a menudo desviados a partidas militares con lo cual se agravan las desigualdades sociales y de género.
3. La guerra pone en peligro la pervivencia de la vida en el planeta. Debido al consumo de inmensas cantidades de combustible y la emisión de gases nocivos, la industria armamentística es una de las mayores contaminantes, por lo que reducir la producción de armas supone reducir las emisiones de carbono a gran escala. No podemos olvidar que junto con la infancia, las mujeres y en particular mujeres racializadas y a las mujeres pauperizadas son quienes mayoritariamente sufren las consecuencias de la degradación de nuestro hábitat.
4. Además, la lucha por el desarme y la eliminación del armamento nuclear son catalizadores de los procesos de paz porque la menor disponibilidad de armas y el desmantelamiento de la cultura del miedo que nutre la violencia reduce la probabilidad de que surjan conflictos armados y marca la senda hacia la adopción de soluciones diplomáticas como vía preferente para la resolución de conflictos. A través del desarme podemos pavimentar el camino hacia un mundo en el que el diálogo, el entendimiento y la colaboración prevalezcan sobre la hostilidad y la beligerancia.
5. El feminismo también subraya la manera en que el discurso militarista está dominado por la normativa de género, en particular por las masculinidades nocivas que imaginan la violencia como una fortaleza y las armas como sinónimo de seguridad. El feminismo presenta perspectivas alternativas, discursos inclusivos y enfoques que muestran la potencial vitalidad de las políticas de diálogo y negociación para el desarme y la paz, en oposición a la lógica de la destrucción y el derramamiento de sangre. Las feministas debemos seguir defendiendo un imaginario colectivo propio y alejado del marco de referencia patriarco-capitalista y continuar construyendo espacios para el diálogo y la empatía.
6. El feminismo denuncia que las mujeres estamos infrarrepresentadas en la diplomacia y la política exterior de las distintas nacionalidades. Más de veinte años después de la adopción de la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de la ONU en 2000, las mujeres todavía ostentan puestos de menor calado que sus colegas varones o están totalmente ausentes en las delegaciones de los países miembros para el control de armas y en los tratados de armamento a nivel internacional. Por el contrario, en lo que se refiere a las consecuencias de esas políticas, las mujeres están desgraciadamente sobrerepresentadas.
7. Como feministas, la lucha por la paz y el desarme nuclear no es solamente un gesto simbólico sino un paso transformador hacia forjar un mundo libre de guerras y más seguro para todas. Como feministas tratamos de desmantelar las estructuras patriarcales que perpetúan el militarismo para poder crear un entorno en el que los conflictos sean una excepción. Juntas podemos plantar cara a la máxima expresión de la violencia, que es la guerra armada y cimentar un futuro cuyos pilares sean la paz, la justicia y la armonía en el planeta.